lunes, 21 de junio de 2010

¿Y el ayuno?


La disciplina del ayuno nos ayuda a sujetar nuestro cuerpo a Cristo.

Texto Bíblico: Mateo 6.1-18
¿Y el ayuno?

El pasaje contiene claras instrucciones para que nuestra justicia no sea como la de los fariseos y escribas. Es interesante notar que, en este contexto, Cristo aludió a tres disciplinas centrales a la vida espiritual: la ofrenda, la oración y el ayuno.

No obstante, en veinticinco años de ministerio he conocido muy pocas congregaciones que creen que el ayuno es una disciplina necesaria para el discípulo. A mi entender esto no delata una falta de evidencia Bíblica a su favor, sino el grado al cual hemos sucumbido frente a una sociedad que considera todo tipo de sacrificio y rigor personal como reliquias del pasado. En estos tiempos, es «meta de vida» la gratificación de todos los sentidos que conforman al ser humano.
El ayuno tiene mucho valor porque lo primero que nos revela es cuan importante es para nosotros nuestro propio bienestar personal.
Jesús tomaba por sentado que sus seguidores iban a ayunar. Con esto en mente, dejó instrucciones para que, al igual que con las otras disciplinas, no lo practicaran en forma religiosa sino como un medio adicional para entrar en comunión con el Padre que está en secreto. Al igual que la oración, es muy fácil que el ayuno se utilice para impresionar a los demás con nuestra aparente piedad.

Nos la ingeniamos para visitar a nuestros hermanos justamente el día que estamos ayunando, para que al ofrecernos alguna cosa para comer tengamos que «revelar» que en este día estamos de ayuno. Con todo lo que hemos dicho sobre este tema en la semana no hace falta recalcar que esta práctica le robará al ayuno cualquier valor para la vida espiritual. No obstante, el deseo de Jesús no era que descartáramos el ayuno sino que corrigiéramos tendencias incorrectas en la práctica de la misma. El ayuno tiene mucho valor porque lo primero que nos revela es cuan importante es para nosotros nuestro propio bienestar personal. Estábamos convencidos que «para mí la comida no es importante», hasta que llegó el momento de no poder comer. Allí descubrimos, sorprendidos, que la comida domina nuestros pensamientos y su ausencia nos obsesiona.

El ayuno también sirve para sensibilizar los sentidos espirituales. Del mismo modo que el ciego compensa su falta de visión con agudeza auditiva, la persona que reprime la carne desarrolla mayor sensibilidad espiritual. No fue por casualidad que Cristo se preparó para las tentaciones con cuarenta días de ayuno y oración. Del mismo modo habla Pablo de la importancia de «golpear el cuerpo» para no quedar descalificado (1 Co 9.27). La idea es que aun en el plano físico todo debe estar sujeto a Cristo. Reconocemos cuán necesario es esta disciplina para nosotros, pues en demasiadas ocasiones nuestro cuerpo es el que tiene la palabra final en cuanto a nuestras actividades espirituales. Quisiéramos adorar con manos levantadas, pero los brazos se quejan. Quisiéramos madrugar para estar con nuestro Señor, pero el cuerpo nos pide «unos minutitos más» en la cama..

0 comentarios:

Publicar un comentario

deja tu comentario...